FELIZ NAVIDAD

No sé como será la Navidad en los países en los que ahora es verano, pero de seguro que no hay tantas personas quejándose del malestar que les provocan estas fiestas. 

Desde niña he amado la Navidad. Sobre todo por los regalos, para qué negarlo. Pero también por la tormenta de sentimientos que genera, ligada sin duda a la llegada del invierno. El solsticio de invierno es época de recapitulación y examen. El frío nos obliga a meternos en nuestra cueva oscura, en solitario, y hacemos repaso de las situaciones vividas.

Es una época dura, sin duda. Estamos poco acostumbradas a enfrentarnos con nuestros fantasmas y nuestros demonios. Estamos muy poco acostumbradas al dolor emocional, a asumirlo y a trabajar con él. Por eso cada vez se consumen más antidepresivos en este primer mundo en el que ahora es invierno. En la mayoría de las ocasiones transformamos el dolor en ira y arremetemos contra las felicianas y felicianos que celebran la Navidad sin pudor. En otras, nos lanzamos al consumo sin freno ni control, intentando tapar nuestro agujero emocional con cosas materiales. Pero SIEMPRE, o al menos así lo percibo yo, hay un examen de conciencia y una vuelta de tuerca en nuestra evolución. 

Hay mucha gente que se queja de que la Navidad es una época en la que se ensalzan los valores de paz y amor, cuando estos valores deberían estar siempre presentes en nuestra vida cotidiana. CIERTO. Sin embargo, como no lo están, la Navidad es el momento del año en el que nos recordamos que no estamos viviendo de acuerdo con el orden natural. Yo, por ejemplo, me he propuesto no tocarle las pelotas a nadie hoy, día de Navidad, por las múltiples vías internauticas que domino. Lo conseguiré a duras penas, pero la Navidad me ha hecho consciente de esa mala costumbre que me domina y que hace perder la compostura a mis pobres víctimas.

Por todo esto os digo que me gusta celebrar la Navidad y la seguiré celebrando mientras tenga uso de razón. Esas bronquitas navideñas en familia son la mejor catarsis que he vivido nunca. Los sentimientos se agitan en mi pecho y eso es señal de que estoy viva. No puedo solucionar la pobreza y la miseria del mundo si dejo de celebrar la Navidad, pero puedo, una vez al año, hacerme un poco mejor y enseñar a mis hijxs a RECAPITULAR.  

Por todo eso os deseo FELIZ NAVIDAD. No os amarguéis la vida pensando en todo lo malo y miserable que os rodea. Pensad que hay un granito de arena que depende de vosotras y que puede hacer de este planeta un lugar un poquito mejor (aunque haya millones de cosas terribles, vaaaaale)

http://youtu.be/DPtfsk4ETjM